Afrontar los cambios vitales

La vida está llena de cambios. Hay personas a quienes les gusta la variedad y el fluir continuo de las situaciones y hechos. El no saber qué pasará mañana y vivir sobre la marcha, viviendo en el momento presente, es para muchos calidad de vida, y el poder ser adaptables y flexibles, una habilidad valorada. No siempre es una característica positiva, portada al extremo puede llegar a generar situaciones de descontrol y de falta de arraigo, que también pueden generar insatisfacción.

En el otro extremo, tenemos personas que son más rígidas y estrictas en sus actividades y maneras de hacer. Los gusta la rutina y la seguridad de la repetición. En algunos casos, pueden llegar incluso a evitar cualquier tipo de cambio, que pasa a ser una fuente de estrés y de desazón, que puede ser desproporcionada con el cambio real que representa. La falta de creencia en la capacidad propia, la carencia de habilidad durante el aprendizaje y el miedo a equivocarse hacen que la rutina sea una gran herramienta. La posibilidad de cambio genera un miedo a “caer” en el error y acontece una creencia incapacitante que, como tal, viene acompañada de una falta de conciencia del origen de este miedo.

Las personas con discapacidad, por norma general, suelen entrar dentro de este grupo, y tienen dificultades a la hora de afrontar los cambios y las situaciones inesperadas. Los cambios más cotidianos como un cambio de horario o de persona de referencia en el trabajo, les causan una fuerte inquietud y desazón, un cambio de última hora en una cita, puede provocar un gran malestar y, a veces, salir de la compra de alimentos que se hace cada semana genera sensación de descontrol.

Podemos ayudar siendo un pilar estable alrededor del cual se puede mover la persona que sufre esta desazón. Dando un soporte donde puede acudir en caso de que aparezca la sensación de descontrol, y también mostrando con el ejemplo, y el entrenamiento, que modificando ciertos elementos cotidianos, no pasa ninguna desgracia.

Destacar que dentro de estos parámetros, un cambio vital realmente importante, como la muerte de un familiar o un cambio de vivienda, genera tal ansiedad y vértigo que es muy difícil de sostener y todavía menos de gestionar como es debido. Habrá que tratar con mucho cuidado a la persona que lo está sufriendo y validar mucho su malestar, aunque nos pudiera parecer exagerado según nuestro punto de vista. Hace falta que lo afronten con el máximo tiempo posible y dejar todo el espacio necesario para que pueda seguir su ritmo.

Hay que ser muy conscientes de cómo vivimos nosotros los cambios y no mezclarlo con como pueden vivirlo los otros. Cada uno de nosotros tiene su propia manera, y no hay una correcta. El cambio puede ser positivo y enriquecedor, pero no hace falta que sea a expensas del bienestar emocional de las personas. La clave radica al encontrar el equilibrio.